miércoles, 30 de abril de 2014

No me estoy ahogando...

He hundido el barco. Lo he destrozado. Nuestro pequeño barquito, lleno de color y de ilusión. 
Ya no queda nada. Nos he empujado del barco hasta hundirlo para siempre.

No me estoy ahogando… 
Simplemente me arrastro a la deriva, en medio de un gran temporal. 
No me ahogo, aunque a veces trague agua y esté a punto de desistir, porque lo que busco no es huir del temporal. Le estoy plantando cara.
Le planto cara como puedo, pues ahora mismo me supera, me balancea y me golpea... Sería mucho menos doloroso dejar de luchar y permitir que me ahogue… No lo dudo, sin embargo no lo voy a hacer. Nadie ha dicho que sea fácil, pero seguiré luchando.
Porque pese a que ahora no pueda ver la luz, todos los temporales amainan y entonces sale el sol y se que antes o después se irán abriendo las nubes, poco, muy poco a poco, y se empezará a ver el cielo tímidamente. 
Entonces podré volver a volar a tu lado. 
Debo ir con cuidado, pues si te agarro demasiado fuerte mientras la tormenta me zarandea corro el riesgo de que seas tú quien se ahogue y entonces, habré perdido para siempre.
Sin embargo si no le planto cara al vendaval jamás volveré a ver el cielo junto a ti. 
Solo espero que para entonces tú no vueles demasiado lejos ni a ninguno de nosotros se nos haya olvidado como se hacía, eso de volar.
Que tú ya no crees en mi, que tú ya no crees en los vuelos compartidos. 
Es lógico... ¿Quién se atreve a volar tras la tormenta?

Solo hay algo que me falta para no hundirme; creer en mí misma.

Quién sabe... Quizás algún día, cuando el mar esté en calma, volveremos a construir un barquito. Uno mucho mejor.





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