miércoles, 28 de agosto de 2013

¿Por qué a menudo vemos belleza en la tristeza?

Se que es engañarme. Es mentirme.
Es mentir a los demás, cada vez que sonrío mientras todo se derrumba en mi interior.
Tengo una forma curiosa de afrontar las cosas, engañarme hasta el punto de que cuando sea consciente de mi propio engaño ya sea demasiado tarde para solucionarlo. Espero.
Es mi manera de huir, de esquivar las decisiones, las elecciones.
Siempre hay algo de lo que arrepentirse, siempre hay un error por cada decisión.
No pensar, ponerme un velo tras otro para no poder ver lo que realmente siento. No lo se ni yo.

Me necesito, te necesito, pero ni estoy ni estás, ambos desaparecimos hace mucho tiempo.
Ahora grito en silencio no se muy bien a qué ni a quién, es extraño, siempre me equivoco.
Duele echar de menos tantas cosas.

Ya no arriesgo por nada,
ya no arriesgo por nadie,
pero esto no fue culpa mía. Venía en el lote.
Antes no era así, antes me movían los sentimientos más que a nada, joder si crees en ello persiguelo hasta conseguirlo, da igual todo lo demás, da igual si no lo consigues al final.
Si creía en algo lo perseguía con los ojos cerrados por mucho que me estrellara, porque esa esperanza me mantenía despierta. Creía en mí y no necesitaba más.
Y ahora mírame, no creo en nada, ni siquiera en mí misma.
Creo en el fracaso y la impermanencia.
Todo termina y nadie permanecerá a tu lado por siempre. Nadie.

Antes mis ojos brillaban con la ilusión de la niña que era.
Es confuso, cuando me encuentro cara a cara conmigo misma y no se como reaccionar. Me asusta.
Sigo teniendo un miedo atroz a la soledad.


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